Es curioso observar el bajísimo nivel de aceptación que tienen la mayoría de los niños al fracaso de forma innata. Seguro que también lo habéis observado, pero si no, podéis replicar el experimento muy fácilmente. Simplemente, dadle a vuestro hijo pequeño una tarea en la que tenga una alta probabilidad de fallo. Por ejemplo, si tenéis un niño de unos 2 años, ponedle a hacer una torre de bloques con 7-8 pisos de altura. Lo que vais a observar es que cuando la torre se le desmorone sin haber colocado todos los bloques, se va a enfadar y seguramente va a destruir lo que quede de la torre.
En esta edición de Súper Neurona, abordamos un tema fundamental en la educación y desarrollo de nuestros hijos: la aceptación del fracaso como parte esencial del aprendizaje. A menudo, la sociedad promueve una visión del éxito que margina el valor educativo del error, generando una percepción negativa del fracaso que puede limitar el crecimiento personal y cognitivo de los niños. Sin embargo, entender y experimentar el fracaso es crucial para desarrollar resiliencia, creatividad y una mentalidad de crecimiento que fomente el deseo de superar desafíos.
El fracaso en el desarrollo infantil
El fracaso, lejos de ser un obstáculo, es un pilar en el camino del aprendizaje y el desarrollo personal de los niños. A través del enfrentamiento con los errores y los contratiempos, los más jóvenes aprenden no solo a solucionar problemas de manera creativa, sino también a desarrollar resiliencia.
Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, ha demostrado a través de sus investigaciones la existencia de dos tipos de mentalidades: la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento. Los niños con una mentalidad de crecimiento han aprendid que las habilidades pueden desarrollarse con el esfuerzo, la enseñanza y la persistencia. Dweck sostiene que esta mentalidad se fomenta cuando los niños aprenden a ver el fracaso no como una señal de incapacidad, sino como una oportunidad de crecimiento.
El proceso de enfrentarse al fracaso y aprender de él es fundamental para que los niños se atrevan a asumir desafíos y explorar nuevos conocimientos y habilidades sin el miedo a fallar. Al experimentar el fracaso en un entorno de apoyo, los niños aprenden que es posible levantarse y seguir adelante.
La clave está en cómo los adultos, especialmente los padres y educadores, reaccionan y guían a los niños a través de estos momentos. La actitud que adoptemos frente al fracaso de nuestros hijos puede influir significativamenteen cómo ellos mismos lo percibirán. Es nuestra responsabilidad enseñarles a enfrentar los errores con una actitud positiva y constructiva, viéndolos como escalones hacia el éxito, no como barreras insuperables.
Fracasos productivos
La percepción del fracaso como algo negativo está profundamente arraigada en nuestra cultura. Sin embargo, es crucial distinguir entre experimentar el fracaso y recibir retroalimentación constructiva a partir de estos momentos. Los "fracasos productivos", un concepto introducido por el educador Manu Kapur, nos invitan a ver el fracaso como un medio hacia un aprendizaje más profundo y duradero.
Un fracaso productivo ocurre cuando un niño se enfrenta a una tarea desafiante sin la expectativa de una solución inmediata (esto es muy importante), permitiéndole explorar, cometer errores y, sobre todo, aprender del proceso antes de recibir ayuda directa des sus padres. Esta aproximación ayuda a los niños a desarrollar una comprensión más rica y a retener el conocimiento de manera más efectiva, ya que han tenido que lidiar activamente con el problema.
Cuando un niño se enfrenta a un revés, es el momento óptimo para intervenir no con soluciones, sino con guía. Preguntas como "¿Qué aprendiste de este intento?" o "¿Cómo podrías abordarlo de manera diferente la próxima vez?" ayudan a transformar la experiencia de fracaso en una lección valiosa. Este tipo de preguntas fomenta la reflexión y la metacognición, permitiendo al niño ver más allá del error inmediato y enfocarse en las estrategias de aprendizaje y solución.
Este cambio de percepción es esencial para que los niños se sientan cómodos enfrentando desafíos, sabiendo que cada fallo es una oportunidad de crecimiento y no una definición de su capacidad.
Por tanto, es responsabilidad de los padres y educadores crear un ambiente donde el fracaso no solo sea aceptado, sino también analizado y celebrado como una parte esencial del proceso de aprendizaje. Al hacerlo, preparamos a nuestros hijos no solo para aceptar sus fallos, sino para utilizarlos como escalones hacia cualquier cosa que se propongan.
En la práctica
Para navegar el complejo proceso de enseñar a los niños a aceptar el fracaso como parte del aprendizaje, podemos usar varias estrategias concretas:
Fomentar la mentalidad de crecimiento
Elogiar el esfuerzo y la perseverancia más que los resultados. En lugar de celebrar solo los éxitos, reconocer el trabajo duro y la dedicación que los niños ponen en sus tareas, independientemente del resultado. Esta práctica alienta a los niños a valorar el proceso de aprendizaje y a ver los errores como pasos necesarios hacia el dominio.
Predicar con el ejemplo la aceptación del fracaso
Los niños aprenden mucho observando a los adultos en sus vidas. Cuando los padres enfrentan sus propios desafíos con una actitud positiva y una disposición a aprender de los errores, establecen un poderoso ejemplo. Compartir nuestras propias experiencias de fracaso y cómo las superamos puede ser increíblemente alentador para ellos.
Es muy poderoso admitir nuestros errores y fracasos delante de nuestros hijos.
Enseñar a descomponer problemas
Ayudar a los niños a fijar metas alcanzables y a desglosar tareas complejas en partes más manejables puede disminuir la frustración y el miedo al fracaso. Esta estrategia no solo hace que los objetivos parezcan más accesibles, sino que también enseña valiosas habilidades de planificación y organización.
Las notas del cole
Joshua Eyler ha investigado a fondo el efecto que las calificaciones del cole tienen en los niños y resalta una contradicción significativa: el énfasis predominante en las calificaciones y en mantener un promedio académico elevado puede actuar como un desincentivo hacia los errores experimentales, que son fundamentales para el aprendizaje.
Nuestro sistema de evaluación, demasiado centrado en la importancia de las notas, tiende a colocar a los estudiantes en una situación en la que el temor al fracaso prevalece sobre la oportunidad de explorar, cometer errores y aprender de ellos. Según Eyler, los niños y jóvenes necesitan espacios seguros para experimentar y fracasar, dado que es en la corrección de estos errores donde realmente se produce el aprendizaje más profundo y duradero.
Esta realidad plantea un desafío crucial para nuestro enfoque educativo. Por un lado, entendemos la importancia de mantener estándares y expectativas que motiven a los estudiantes hacia la excelencia académica. Por otro lado, nos enfrentamos al riesgo de que, al enfocarnos demasiado en los resultados medidos exclusivamente a través de calificaciones, podemos inadvertidamente socavar la resiliencia, la creatividad y la disposición al aprendizaje autodirigido de los estudiantes. Esto es particularmente relevante en un mundo que valora cada vez más la capacidad de innovar, adaptarse y aprender de los fallos.
Es esencial buscar un equilibrio que permita a los estudiantes explorar y fallar sin miedo a las repercusiones negativas en su registro académico. Esto implica reconsiderar y, posiblemente, rediseñar nuestros métodos de evaluación para enfocarlos más en el progreso, el esfuerzo y la mejora continua, en lugar de en la acumulación de calificaciones perfectas. Tal enfoque requiere un cambio cultural significativo tanto en las instituciones educativas como en las expectativas familiares.
Un modelo de evaluación más holístico podría incluir portafolios de aprendizaje, donde los estudiantes recopilan trabajos que demuestran su crecimiento y reflexionan sobre su proceso de aprendizaje, incluyendo cómo han enfrentado y superado desafíos.
Muy relacionado con el tema está este vídeo en el que el Jensen Huang, fundador y CEO de Nvidia, les desea a los graduados de Stanford mucho sufrimiento.
Como siempre, os dejo con tres libros para profundizar:
Mindset: The New Psychology of Success de Carol S. Dweck - Este libro es fundamental para entender la diferencia entre una mentalidad fija y una mentalidad de crecimiento. Dweck explica cómo la percepción que tenemos sobre nuestra inteligencia y habilidades influye en nuestra capacidad para enfrentar los desafíos y superar los fracasos.
The Gift of Failure: How the Best Parents Learn to Let Go So Their Children Can Succeed de Jessica Lahey- Este libro ofrece una perspectiva valiosa sobre cómo la sobreprotección parental puede privar a los niños de las oportunidades de aprender de sus errores. El libro ofrece estrategias para criar niños más resilientes y autónomos.
El arte de educar con sentido común de Javier Urra - Javier Urra, psicólogo y pedagogo español, ofrece en este libro su visión sobre la educación y crianza de los niños, destacando la importancia de enseñar a los niños a enfrentarse a sus errores y fracasos. Urra propone una educación basada en el sentido común, la responsabilidad y la resiliencia.
Muy de acuerdo, Daniel! Exponerles a esta frustración, permitir que aprendan a gestionarla y convivir con ella resulta clave para su evolución a futuro