Llevamos castigando a nuestros hijos miles de años. Desde los innumerables castigos férreos que se narran en La Biblia hasta la total permisividad por la que abogan algunos educadores en la actualidad.
Castigar no es fácil. A nadie le gusta castigar y a nadie le gusta ser castigado. Entonces, ¿por qué castigamos?
Normalmente perseguimos modificar un comportamiento a través de refuerzos positivos (premios) para fomentar algunas conductas; y refuerzos negativos (castigos) para tratar de erradicar otras.
Pero, ¿son éstas las formas más efectivas de cambiar un hábito?
En realidad no queremos castigar por castigar. Lo que buscamos realmente es educar.
En esta newsletter vamos a analizar los castigos a fondo. Vamos a ver los efectos que tienen en los niños desde el punto de vista físico y psicológico. Vamos a analizar los castigos más típicos y vamos a proponer alternativas mejores. También vamos a ver cómo los castigos deben evolucionar a medida que crecen nuestros hijos.
Es un tema complejo. Es difícil hacerlo bien e imposible hacerlo perfecto. Pero espero que con todo lo que vamos a cubrir, tengas toda la info necesaria para educar a tus hijos de la mejor forma posible. Empecemos!
Efectos del castigo
Es muy importante entender cuáles son los efectos que los castigos tienen en nuestros hijos. Nosotros buscaremos siempre educar, pero si no tenemos cuidado, podemos crear efectos secundarios no deseados. Algunos de estos efectos secundarios son:
Desarrollo cerebral: El estrés crónico causado por castigos severos puede influir en el desarrollo de ciertas áreas del cerebro relacionadas con las emociones y el autocontrol, tales como la amígdala, responsable de las respuestas emocionales y de miedo; el hipocampo, clave en el aprendizaje y la memoria; y la corteza prefrontal, que está implicada en la toma de decisiones y la regulación de las emociones. Estas alteraciones pueden afectar el equilibrio y la función cerebral a largo plazo.
Apego y relaciones: La conexión emocional que se forma entre un niño y sus padres durante los primeros tres años aproximadamente de vida del niño se conoce como apego. Numerosos estudios indican que este vínculo temprano es fundamental en la configuración de la personalidad y conducta futura del individuo. Los castigos severos pueden generar obstáculos en el desarrollo de relaciones sanas y en la capacidad de establecer conexiones seguras.
Regulación emocional: Los castigos pueden llevar a los niños a reprimir sus emociones en lugar de comprenderlas y manejarlas de manera saludable. En particular hay tres temas particularmente peligrosos:
Los niños pueden perder la confianza en los adultos al considerer que los castigos son injustos.
Los niños pueden empezar a rebelarse contra los castigos, al sentir que son ellos los que tienen la razón.
Los castigos pueden afectar a su autoestima al pensar que se merecen los castigos porque son malos o porque no merecen que se les quiera.
Imitación de la conducta agresiva o punitiva: En linea con la teoría del Aprendizaje Social de Albert Bandura, los niños aprenden a través de la observación e imitación por lo que podrían entender que el castigo es la única forma de enseñanza y que la agresividad está justificada. Los niños podrían poner esto en práctica con amigos, hermanos pequeños e incluso en el futuro con sus propios hijos.
Me parece clave que entendamos también qué ocurre a nivel fisiológico en el cerebro del niño. Entender esta parte bien nos hará comprender cuáles son las estrategias más eficaces a seguir y cuáles son los comportamientos que debemos evitar.
¿Cómo impacta el castigo en el cerebro de un niño?
La mayoría de los castigos activan zonas del cerebro que gestionan la emoción del miedo. Ante estas situaciones se observa una gran actividad cerebral principalmente en la amígdala, el hipotálamo y el córtex prefrontal:
Amígdala: Es el centro clave en el procesamiento del miedo. La amígdala detecta y evalúa las amenazas potenciales y luego envía señales a otras partes del cerebro para provocar una respuesta. Es crucial para el aprendizaje emocional y la formación de recuerdos relacionados con experiencias de miedo.
Hipotálamo: Esta área del cerebro activa la respuesta de "lucha o huida" al miedo. El hipotálamo desencadena la liberación de hormonas que preparan al cuerpo para responder a una amenaza, como el aumento de la frecuencia cardíaca, la aceleración de la respiración y la liberación de adrenalina.
Córtex prefrontal: Es una región crucial en el cerebro asociada con funciones ejecutivas como la toma de decisiones, la planificación, el razonamiento, y el control de impulsos. El córtex prefrontal está involucrado en la modulación de emociones y comportamientos sociales, permitiendo a los individuos evaluar las consecuencias de sus acciones y adaptarse a situaciones cambiantes. También juega un papel importante en la inhibición de respuestas emocionales impulsivas, como el miedo, facilitando así una respuesta más equilibrada y considerada. Su desarrollo y funcionamiento adecuado son esenciales para un comportamiento social y emocional saludable.
Y aquí viene el problema. Cuando provocamos miedo a nuestros hijos, su córtex prefrontal estará más ocupado en procesar cómo gestionar la amenaza para evitar la situación temida, que en la causa del castigo y el aprendizaje que se quiere transmitir. Como consecuencia, no habrá muchos recursos destinados a que el niño aprenda de la situación y seguramente la vuelva a repetir en el futuro. Es decir, los estaremos castigando para nada.
Todo esto se acentúa aún más en niños pequeños, puesto que el córtex prefrontal no se desarrolla plenamente hasta el final de la adolescencia.
Otra consecuencia de la activación de las zonas más emocionales (amígdala e hipotálamo) es que al ser percibidos los castigos como injustos, despertarán también otras emociones como la ira. Y entonces en vez de un problema tendrás dos: el problema inicial más la reacción de ira de tu hijo.
También relacionado con el cerebro, debemos tener en cuenta que el cerebro de los niño se va cansando conforme avanza el día y al llegar la tarde/noche no está en condiciones óptimas para regular las emociones. Por ello debemos ser especialmente cuidadosos y sensibles conforme avanza el día.
Además, los niños aprenden cómo regular sus emociones fijándose en cómo las regulan sus padres. Por eso es especialmente importante que los padres demuestren que pueden mantener la calma en las situaciones en que sus hijos no lo consiguen.
Ahora las buenas noticias.
Hay una alternativa a educar con castigos. Es lo que se conoce como educar con consecuencias. Vamos a ver en qué se diferencias unos de las otras y por qué las consecuencias consiguen enseñar de forma mucho más efectiva a nuestros hijos eliminando todos los efectos secundarios de los que hablábamos antes.
Castigos Vs Consecuencias
La diferencia entre castigo y consecuencia es fundamental en la educación y la psicología.
Castigo:
Definición: El castigo es una respuesta negativa o desagradable a una conducta no deseada. Su objetivo es disuadir o reducir la probabilidad de que esa conducta se repita.
Ejemplos: Un niño que dibuja en las paredes puede ser castigado siendo reprendido severamente o perdiendo privilegios, como el tiempo de juego.
Impacto psicológico: El castigo puede generar miedo o resentimiento y a menudo se enfoca en el pasado, sin proporcionar una guía constructiva para el futuro.
Eficacia: Puede ser efectivo a corto plazo para detener conductas indeseables, pero a menudo no enseña lecciones a largo plazo y puede dañar la relación entre el que castiga y el castigado.
Consecuencia:
Definición: Las consecuencias son los resultados naturales o lógicos de una acción. Son menos punitivas y más educativas, diseñadas para enseñar lecciones y fomentar la responsabilidad.
Ejemplos: Si el niño anterior dibuja en las paredes, una consecuencia sería pedirle que limpie la pared. Esto le enseña sobre la responsabilidad y las consecuencias de sus acciones.
Impacto psicológico: Las consecuencias ayudan a los niños a entender la relación causa-efecto de sus acciones y promueven el aprendizaje autónomo.
Eficacia: A largo plazo, las consecuencias son más efectivas para enseñar autodisciplina y comprensión de las normas sociales.
En resumen, mientras que el castigo se enfoca en penalizar una conducta indeseable, las consecuencias buscan enseñar y guiar, lo que resulta en un aprendizaje más profundo y un desarrollo más saludable.
Y, entonces ¿cómo les impacta una consecuencia?
Al hacer pensar al niño en las consecuencias que tienen sus acciones, estamos desarrollando nuevas conexiones neuronales principalmente en la corteza prefrontal. Sí, la misma que saturábamos con los castigos!
Como decíamos antes, esta área es crucial para las funciones ejecutivas, que incluyen el juicio, la planificación, la evaluación de riesgos y beneficios, y la toma de decisiones. En particular, dos subáreas que verán un gran desarrollo serán:
Corteza orbitofrontal: Esta región está implicada en la evaluación de riesgos y recompensas y en la toma de decisiones basadas en emociones y recompensas.
Corteza cingulada anterior: Juega un papel en la anticipación de consecuencias, la resolución de conflictos y la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre.
Tipos de castigo:
Vamos a analizar ahora los distintos tipos de lo que genéricamente llamamos “castigos” y vamos a categorizarlos en castigos propiamente dichos y consecuencias:
Tiempo fuera (Time-out):
Clasificación: Consecuencia.
Razón: Aunque a menudo se confunde con un castigo, el tiempo fuera es realmente una consecuencia cuando se usa correctamente. Su objetivo es dar al niño un espacio para calmarse y reflexionar sobre su comportamiento, en lugar de simplemente penalizarlo. Se enfoca en la autorreflexión y el aprendizaje.
Privación de privilegios:
Clasificación: Puede ser tanto castigo como consecuencia, dependiendo del contexto.
Razón: Si la privación está directamente relacionada con el comportamiento (por ejemplo, quitar tiempo de videojuegos si el mal comportamiento ocurrió mientras jugaba), puede ser una consecuencia lógica. Sin embargo, si la privación es arbitraria y no relacionada con el comportamiento, se convierte en un castigo.
Tareas adicionales:
Clasificación: Consecuencia.
Razón: Las tareas adicionales, cuando están relacionadas con el comportamiento inadecuado (como limpiar un desorden que el niño hizo), son consecuencias. Ayudan a enseñar responsabilidad y las implicaciones de las acciones.
Amonestaciones verbales:
Clasificación: Castigo.
Razón: Las amonestaciones verbales suelen ser reacciones inmediatas para detener un comportamiento y son una forma de reprimenda. No ofrecen una oportunidad de aprendizaje directo y se centran en el comportamiento negativo más que en las consecuencias naturales.
Detención:
Clasificación: Castigo.
Razón: La detención es una forma de castigo utilizada en las escuelas. Se centra en penalizar al estudiante haciéndolo quedarse más tiempo en la escuela, a menudo sin una conexión directa entre el acto y la penalización, aunque en algunos casos se intenta dar un enfoque reflexivo.
Castigo físico (como cachetes, tortas, etc.):
Clasificación: Castigo.
Razón: El castigo físico es una forma de penalización directa y no ofrece ningún elemento de aprendizaje o reflexión. Se basa en el miedo y la intimidación y puede tener efectos negativos a largo plazo.
Castigo colectivo:
Clasificación: Castigo.
Razón: El castigo colectivo penaliza a un grupo por las acciones de uno o pocos, sin tener en cuenta las acciones individuales. No es una consecuencia lógica del comportamiento individual y a menudo es injusto, fomentando el resentimiento más que el aprendizaje.
Cuando tengas dudas piensa que la diferencia clave entre castigos y consecuencias radica en su propósito y aplicación. Las consecuencias buscan enseñar y guiar, mientras que los castigos se centran en penalizar.
También piensa que cada niño es distinto y que cada situación tiene sus propias particularidades. Habrá unos castigos que nos funcionen mejor que otros. La clave está en ir iterando y aprendiendo qué es lo que nos funciona a nosotros. De paso, podemos enseñar esto a nuestros hijos la importancia del proceso de aprendizaje con prueba y error. ¡Todo un arte!
Alternativas creativas al castigo
Además de las anteriores, también puedes probar con otras alternativas al castigo tradicional que pueden funcionar muy bien con los niños:
Escribir una redacción que incluya:
¿Qué he hecho mal?
¿Por qué estuvo mal? Considera cómo afectó a los demás y a ti mismo.
¿Qué harás diferente la próxima vez?
La manera en que se recibe un mensaje influye notablemente en su asimilación. Un mensaje escuchado pasivamente tiene menos impacto que uno leído activamente. Y algo que te cuentan no se interioriza tanto como algo que tú mismo formulas.
Aprendizaje mediante películas
Ver una película relacionada con la conducta que deseamos corregir puede ser un método efectivo y atractivo para fomentar el cambio de actitudes. Es aún más provechoso si luego se tiene un diálogo con el niño sobre la película, su mensaje y cómo se aplica a la situación actual.
Ponerte tu propio castigo
Permitir que el niño elija su propia sanción conlleva un proceso de reflexión más profundo. De esta manera, el niño se ve inducido a considerar detenidamente la norma que ha infringido, las consecuencias de su acto y a evaluar lo que es justo o injusto. Esto no solo afecta a la situación inmediata, sino que también considera cómo sus acciones repercuten en los demás y en su entorno.
Las 10 claves para una enseñanza perfecta con consecuencias
La consecuencia debe ser proporcional.
Los niños son muy sensibles a la justicia y la equidad. Un castigo desproporcionado puede parecer injusto a los ojos del niño, lo que puede llevar a resentimiento o confusión. Es importante que los niños sientan que son tratados de manera justa para fomentar su confianza en los adultos y en las normas establecidas. Las consecuencias no deben ser las mismas si el niño ha dicho una mentira que si ha robado o pegado a alguien.
La consecuencia debe estar relacionado con su causa.
Esto puede dar lugar a que el niño no sea capaz de entender que lo que hizo estuvo realmente mal o no.
Ejemplo: “Como no has recogido tus juguetes no puedes ir a casa de los primos.” Este tipo de castigos puede hacer que el niño se pregunte: “¿Entonces todos los días que no vaya a ir a casa de mis primos no tengo por qué recoger los juguetes?
La consecuencia debe ser inmediata.
La inmediatez ayuda a los niños a establecer una conexión directa entre su comportamiento y la consecuencia. Cuando hay un retraso significativo entre la acción y la consecuencia, los niños más pequeños, en particular, pueden tener dificultades para comprender esta relación.
Además, si una consecuencia se retrasa, los niños pueden sentirse ansiosos o confundidos acerca de cuándo y por qué se les castigará. No sirven de mucho castigos tipo: “el fin de semana no podrás jugar con tus amigos".
Debe haber consecuencia siempre que se cometa la falta
El niño debe entender que sus actos siempre tendrán consecuencias y que estas solo dependen de sus actos. Por ello es también importante que los padres estén alineados en las consecuencias y que no ocurra que papá me castigue por algo y mamá no o viceversa.
El niño debe entender cuál ha sido la causa
Si el niño no entiende la razón por la cual le han castigado, lo puede considerar una falta de afecto y esto puede afectar a su autoestima. Los niños pueden llegar a pensar que los castigan simplemente porque no los quieren o porque les tienen manía.
Se debe criticar la conducta, no al niño
Podemos decirle al niño que su conducta ha sido mala, pero nunca debemos decirle que es malo. Hay un término que se conoce como la profecía autocumplida. Si le dices a un niño muchas veces que es malo, seguramente acabe siendo un niño malo.
La consecuencia debe ser corta
El delta de aprendizaje de una consecuencia larga respecto a una corta es prácticamente inexistente.
Por otra parte, una consecuencia demasiado largo tiene tres pegas principales:
Es más difícil asegurarnos de que se cumple.
Puede generar un sentimiento excesivo de culpa y de injusticia
Disminuye nuestra capacidad de generar refuerzos positivos (refuerzos verbales, frases de afecto, caricias, etc). A la larga puede que a estos niños les cueste demasiado perdonar.
Se debe conocer el fin que persigue el niño
Al optar por castigar a nuestros hijos, estamos pasando por alto la causa subyacente de su conducta y enfocándonos únicamente en la acción en sí. Nuestra atención se limita al momento presente y basamos nuestras decisiones en un comportamiento específico. No debemos olvidar que hay una razón detrás de cada comportamiento, una meta que se intenta alcanzar. Si solo atendemos a la superficie aplicando castigos para corregir esa conducta, no estamos dando espacio para entender y descubrir cuál es la verdadera necesidad que el niño está tratando de expresar.
Una de las peores cosas que podría ocurrir es que el castigo se convierta en una recompensa para nuestro hijo. Por ejemplo, si a un niño lo echan de clase y para él es una recompensa porque no quería que le preguntaran la tarea.
Debemos estar calmados
Cuanto menos miedo produzcamos en nuestros hijo, más probable será que entienda y acepte el castigo y por lo tanto más probable será que aprenda lo que le queramos transmitir.
Si por el contrario, asustamos a nuestro hijo al castigarle, activaremos los circuitos cerebrales del miedo y su córtex prefrontal será incapaz de racionalizar la situación y aprender de ella.
La consecuencia no debe ser violenta
Esto debería ser obvio, pero no lo es para alguna gente. Parafraseo directamente al texto de las Naciones Unidas sobre los castigos corporales, con el que yo estoy 100% de acuerdo:
“El Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas define el castigo corporal o físico como todo castigo en el que se utilice la fuerza física y que tenga por objeto causar cierto grado de dolor o malestar, aunque sea leve.
En la mayoría de los casos se trata de pegarles, con la mano o con algún objeto, pero también puede consistir en darles puntapiés, zarandearlos o empujarlos, arañarlos, pellizcarlos, morderlos, tirarles del pelo o de las orejas, obligarlos a mantenerse en posturas incómodas, producirles quemaduras, escaldarlos u obligarlos a ingerir. Además hay otras formas de castigo que no son físicas, pero que son igualmente crueles y degradantes, como los castigos en que se menosprecia, se humilla, se denigra, se convierte en chivo expiatorio, se amenaza, se asusta o se ridiculiza al niño la niña.
Cada vez más investigaciones asocian el castigo corporal con una serie de resultados negativos de salud y de comportamiento, como empeoramiento de la salud mental, el desarrollo cognitivo y el rendimiento académico, aumento de la agresividad y comportamiento antisocial. Puede dañar las relaciones familiares y, dista mucho de enseñar a los niños o las niñas a comportarse bien, pues les enseña que la violencia es una forma aceptable de resolver los problemas.
Las investigaciones indican que los adultos que han sufrido castigos corporales en la infancia tienen más probabilidades de aceptar la violencia o de sufrirla, incluida la de pareja, ya sea como víctima o como agresor, y de manifestar otros comportamientos violentos e incurrir en conductas delictivas.
Por lo tanto, poner fin a todas las formas de castigo corporal es fundamental no solo para acabar con toda la violencia contra la infancia, sino para reducir la violencia en toda la sociedad a largo plazo.”
Las consecuencias por edades.
El grado de madurez física y psicológica es totalmente diferente en un niño pequeño que en un adolescente. Es importante saber que hay ciertas cosas que un niño pequeño simplemente no puede comprender (por que su cerebro aún no está desarrollado). También es importante saber que la complejidad emocional de un adolescente hace que sea particularmente sensible a determinadas circunstancias. En definitiva, como las circunstancias cambian enormemente con la edad, también tendrán que cambiar nuestra metodología. Ahora te enseño las consecuencias que funcionan mejor según la edad de tus hijos:
Niños pequeños (1-3 años):
Para niños pequeños de 1 a 3 años, el enfoque disciplinario debe ser muy suave y enfocado principalmente en la seguridad y el aprendizaje de límites básicos. A esta edad, los niños están comenzando a explorar el mundo y aún no tienen un entendimiento completo de las reglas o las consecuencias de sus acciones. Por lo tanto, los "castigos" deben ser más bien métodos de orientación y enseñanza. Aquí hay una explicación más detallada de algunas técnicas efectivas:
Redirección:
Qué es: Cuando el niño está haciendo algo inapropiado o peligroso, en lugar de reprender, dirige su atención hacia otra actividad.
Cómo usarlo: Si un niño está tirando juguetes, en lugar de solo decir "no", ofrécele otro juguete o actividad. Por ejemplo, "Vamos a jugar con bloques en lugar de tirar el coche".
Por qué funciona: A esta edad, los niños tienen periodos de atención cortos y pueden cambiar fácilmente de una actividad a otra. La redirección aprovecha esto para guiar su comportamiento.
Tiempo fuera corto:
Qué es: Un breve periodo de tiempo durante el cual el niño es retirado de una situación indeseada.
Cómo usarlo: El tiempo fuera debe ser proporcional a la edad del niño, generalmente un minuto por año de edad. Elige un lugar sin distracciones y explícale brevemente por qué está en tiempo fuera.
Por qué funciona: Ofrece al niño una oportunidad para calmarse y rompe el ciclo de comportamiento negativo. A esta edad, el tiempo fuera es más sobre pausar y menos sobre reflexionar.
Establecimiento de límites claros:
Qué es: Crear reglas básicas y coherentes que el niño pueda entender.
Cómo usarlo: Las reglas deben ser simples y consistentes. Por ejemplo, "no golpear" o "los juguetes no se tiran".
Por qué funciona: Ayuda a los niños a comprender las expectativas y a desarrollar un sentido de estructura y seguridad.
Refuerzo positivo:
Qué es: Elogiar y reconocer cuando el niño se comporta bien.
Cómo usarlo: Cuando el niño sigue una regla o muestra buen comportamiento, elógialo con palabras afectuosas o un abrazo.
Por qué funciona: Refuerza los comportamientos positivos y alienta al niño a repetirlos.
Preescolares (3-5 años):
A esta edad, los niños comienzan a tener un mejor entendimiento de las reglas y las consecuencias de sus acciones, pero todavía necesitan mucha orientación y apoyo emocional. Además de lo anterior, podemos añadir:
Consecuencias naturales:
Qué es: Dejar que el niño experimente las consecuencias lógicas y naturales de sus acciones.
Cómo usarlo: Si el niño se niega a abrigarse, puede sentir frío afuera. Obviamente, sin dejarle que coja un resfriado. O si no recoge sus juguetes, quizás no pueda encontrar su favorito después.
Por qué funciona: Ayuda a los niños a entender cómo sus acciones afectan su mundo y a ellos mismos, fomentando la responsabilidad.
Privación de Privilegios:
Qué es: Retirar temporalmente algo que al niño le gusta o disfruta debido a un comportamiento inapropiado.
Cómo usarlo: Si un niño se porta mal jugando con un juguete, se le puede retirar ese juguete por un tiempo determinado.
Por qué funciona: Establece una conexión directa entre comportamiento y consecuencias, enseñando que las malas acciones tienen resultados desagradables.
Diálogo y comunicación efectiva:
Qué es: Hablar con el niño para entender sus sentimientos y explicarle los efectos de su comportamiento.
Cómo usarlo: Usar un lenguaje simple para discutir por qué ciertos comportamientos son inapropiados y cómo se sienten otras personas al respecto.
Por qué funciona: Ayuda a los niños a desarrollar empatía y autoconciencia, y fomenta un mejor entendimiento de las normas sociales.
Modelar el comportamiento apropiado:
Qué es: Demostrar con el propio ejemplo el comportamiento que se espera de los niños.
Cómo usarlo: Practicar la paciencia, la comunicación respetuosa y el compartir en la presencia del niño.
Por qué funciona: Los niños aprenden mucho por imitación y son más propensos a seguir un buen ejemplo que solo instrucciones verbales.
Edad escolar (6-12 años):
Para niños de 6 a 12 años, la disciplina puede ser más estructurada, ya que a esta edad tienen una mejor comprensión de las reglas y son capaces de entender las consecuencias de sus acciones.
Privación de privilegios:
Qué es: Retirar algo que el niño valora o disfruta como consecuencia de un comportamiento inapropiado.
Cómo usarlo: Si un niño incumple las reglas de uso del ordenador, podría perder el privilegio de usarlo durante un tiempo determinado.
Por qué funciona: Establece una conexión clara entre acciones y consecuencias, enseñando que las decisiones inapropiadas tienen resultados desfavorables.
Sistemas de recompensa:
Qué es: Un sistema para motivar y reconocer el buen comportamiento, a menudo utilizando puntos, estrellas o alguna forma de seguimiento visual.
Cómo usarlo: Crear un gráfico de comportamiento donde los niños ganan puntos por tareas específicas o buen comportamiento, canjeables por recompensas.
Por qué funciona: Fomenta activamente el buen comportamiento y ofrece un incentivo tangible para seguir las reglas.
Adolescentes (13 años en adelante):
Para adolescentes de 13 a 18 años, la disciplina y la orientación deben adaptarse a su creciente necesidad de independencia y autonomía, al tiempo que se les enseña responsabilidad y consecuencias.
Responsabilidades incrementadas:
Qué es: Dar más responsabilidades a los adolescentes para enseñarles las consecuencias de sus acciones.
Cómo usarlo: Si un adolescente llega tarde a casa, podría tener que asumir tareas adicionales o limitar temporalmente sus salidas.
Por qué funciona: Fomenta la madurez y la responsabilidad, enseñando que sus acciones tienen impacto en su vida y la de los demás.
Diálogo y negociación:
Qué es: Discutir y llegar a acuerdos con los adolescentes sobre las reglas y las consecuencias.
Cómo usarlo: Involucrarlos en la creación de reglas o en la negociación de las consecuencias de romperlas.
Por qué funciona: Respetar su creciente madurez y promover la comunicación efectiva y el respeto mutuo.
Fomentar la independencia y la toma de decisiones:
Qué es: Darles la oportunidad de tomar sus propias decisiones y aprender de ellas.
Cómo usarlo: Permitirles tomar decisiones sobre cómo administrar su tiempo, dinero o actividades.
Por qué funciona: Promueve la independencia, la confianza en sí mismos y las habilidades para la vida.
Como habéis visto, educar con castigos tiene más costes que beneficios, mientras que educar con consecuencias tiene grandes efectos tanto en el corto como en en largo plazo. No es nada fácil. La buena educación es todo un arte!
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Gracias por leer Súper Neurona.
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Que bueno!
Muy relevante e interesante! Gracias por compartir Daniel